26 may 2010

El profeta de la dictadura del arte.






Jonathan Meese se dio a conocer internacionalmente gracias a la primera Bienal de Berlín en 1998, en la que se reunieron distintos artistas bajo la denominación de “nuevo activismo”, que recuperaba la tradición transgresora de las corrientes alemanas contemporáneas y del accionismo vienés.

Aunque nacido en Tokio en 1970,es considerado uno de los nuevos valores del arte alemán teniendo en el expresionismo una de sus fuentes de inspiración, siendo aún así alguien difícil de encuadernar en una determinada corriente artística.



Este podría ser uno de esos artistas raros, que para bien o para mal vive de en su propia realidad. Podríamos definirlo como una especie de profeta que anuncia la llegada de una nueva dictadura del arte. A su juicio, el arte existía antes de la humanidad y seguirá perdurando después de las personas, por lo que la dictadura de la que hace bandera consiste en amor.


"El arte -dice- es el único partido del futuro. Los hombres y mujeres políticos deben irse. Lo han hecho mal y han fracasado. Sin rituales, lo que toca es sólo jugar y que llegue la revolución del arte, es lo único que podemos hacer por ahora".
“Provocará un cambio de paradigmas porque llegaremos a un punto cero y empezaremos de nuevo",afirmo también en una rueda de prensa

En cada una de sus exposiciones, Jonathan Meese lee un manifiesto irrumpiendo ante el publico con su peculiar apariencia:pelo largo, barba, ropa negra y gafas, dejado siempre la duda de si se trata de una exageración de sí mismo o de una interpretación incesante de ese personaje que el mismo ha creado.

La pretensión del artista es poner en duda y fomentar la reflexión sobre el arte y sus actores o sobre lo que él mismo califica como “dictadura del arte”, en la que el poder no recae en el creador ni en el museo, sino en el arte como ente autónomo..

La obsesión, el caos, el desconcierto, la decadencia, el desencanto de la religión… son algunos de los planteamientos a través de los cuales el artista cuestiona la realidad, recurriendo a alusiones figurativas de personajes históricos alemanes como Wagner o Hitler, actores y actrices de Hollywood, cómics o películas de terror.
Lleva hasta límites insospechados su resistencia psíquica, plasmando en sus obras los horrores de la guerra, el descontento social y, en definitiva, la historia del arte germánico. En sus trabajos, repite de manera casi obsesiva determinados temas y motivos, que producen entre público y crítica un primer rechazo, desasosiego y controversia.

En un acto de posesión casi demoníaca, asume distintas actitudes para llevarlas al terreno de lo grotesco y lo ridículo; gracias al uso del autorretrato como elemento esencial de su creación adopta múltiples personalidades.

Sus pinturas de gran formato, realizadas con gran resolución y poder, son resueltas muy rápidamente: la forma en que se contemplan es como han sido concebidas por el artista.


Su obra se mueve entre los extremos del victimismo y la heroicidad. De manera contradictoria, este pesimismo radical que le caracteriza le proporciona un punto positivo de orientación en el presente. La concepción del arte como única vía de “salvación”, la búsqueda incansable de la complicidad con el espectador para hacerle partícipe del caos y el desastre que precede a una nueva era.
Fernando Francés , director del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga ,reflexiona así sobre el artista tras su esposicion individual en el centro: “Jonathan Meese explora en su trabajo barroco y apabullante, en ocasiones exagerado y estridente, la función del arte, de la política y de los sistemas ideológicos, pero también del sexo y de la basura, de la belleza y de la escatología. Planteamientos que le gusta escribir en manifiestos de poética visual y pictórica, en collages de ideas acumuladas. Meese forma parte de un excéntrico y complejo mundo imaginario que hace posible que sus ideas se multipliquen en cada proyecto hasta límites insospechados”.



Dentro de toda esa creación interpretativa, con personajes, escritos y teorías, es evidente un una ruptura con lo social a la vez que una intención de manifestar su inconformidad con el sistema, con la política y con la sociedad.
Aunque no trate temas existenciales ni psicológicos se enfrenta a la pintura desde una perspectiva expresionista y totalmente personal y gestual.
Lo que pretende transmitir con su obra y con sus escritos,con sus manifiestos,etc, forma parte de esa creencia intima que el artista mismo ha creado.

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