
Más conocido en la zona de Rothéneuf como "El Ermitaño".

Adolph Julien Fouéré sufrió un accidente cerebral en 1870, el cual lo dejó mudo y sordo, y por lo tanto tuvo que abandonar su labor como sacerdote.
Siempre fue un enamorado de la historia local, que se caracterizaba por los relatos de piratas, contrabandistas y ladrones. Así, a partir de la propia historia de la región, cincel y maza en mano, decidió esculpir los personajes de dichas leyendas en los acantilados de la zona, sumergiéndose en un mundo de fantasías, a medio camino entre la realidad y los mitos, dando rienda suelta a su imaginación.


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